viernes, agosto 31, 2012

Se entiende, pero...

Un portal de noticias al que estoy suscrito, me envía, como a miles, una novedad, que en mi casilla de correo, en el "asunto", se lee así:
Contratar a un consultor es como comprar un auto.
En tanto no me interesa ni contratar consultores -casi ignoro qué son- ni comprar un auto -tengo uno, viejo, y funciona- y, sobre todo, en tanto esta "noticia" llega desde la sección "Negocios" del portal -de la que siempre sospecho, con razón, que el "negocio" quiere hacerlo conmigo y los otros miles, es decir que está vendiendo publicidad disfrazada de "notas periodísticas"-, me desentiendo de abrir el mensaje. Así, quedo sin saber por qué contratar a un consultor es una acción comparable o equivalente a la de comprar un auto.
Puedo, sin embargo, imaginarlo. Habrá que tener las mismas precauciones o quizá el mismo entusiasmo al comprar al consultor que al contratar el auto. El auto nos da comodidad, placer, status, etc. y el consultor también. De eso nos querrán convencer, en una nota redactada por consultores o por cómplices de consultores. Es mi hipótesis.
Sin embargo, cierta sensación de absurdo persiste. Aunque tuviera razón y sólo se tratara de una burda estratagema publicitaria, la frase en el "asunto" me impacta por su extrañeza. Fíjense:
Contratar a un consultor es como comprar un auto.
Lo mismo podría decir:
Emplear a un albañil es como rascarse la espalda.
O:
Comprar jabones de tocador es como tocar la trompeta.
O, mejor aún:
Construir un edificio de apartamentos de veinte pisos es como subir a un ómnibus un sábado nublado a las dos de la tarde.

De hecho, no borro el mensaje de mi casilla.