viernes, octubre 07, 2005

La época

El olor es dulce y nauseabundo y, por algún motivo, me hace pensar en Disneylandia, aunque nunca estuve en Disneylandia ni tengo la menor idea de cómo huele, pero, así y todo, lo asocio con Disneylandia. Y tengo razón: no sólo el olor, sino todo el enorme shopping center hace pensar que en cualquier momento aparecerán Mickey y Donald y Pluto y nos saludarán moviendo las manos y habrá música con campanitas navideñas y coros de voces aflautadas y caerá nieve desde lo alto del techo y una empleada disfrazada de la Bella Durmiente será despertada por un empleado disfrazado de Príncipe y las señoras llorarán de emoción e intentarán obligar a sus hijos a prestar atención al espectáculo aunque ellos preferirán patearse unos a otros y mascar chicles y abrir grasientos paquetes de papas fritas para extraer los premios -unos muñecos con la consistencia y el color de un moco- y tirárselos a la cara unos a otros, y Mickey y Pluto bailarán un vals alrededor de la empleada a la que los dueños del shopping quieren hacer pasar por la Bella Durmiente y del empleado al que los dueños del shopping quieren hacer pasar por el Príncipe, y el pato Donald bailoteará solo, encarando a la gente que los rodea, y casi nadie notará que es panzón y que no tiene gracia, ni, menos aun, que no se parece al pato Donald auténtico, el de las revistas y el de los dibujos animados -aunque, la verdad sea dicha, el pato Donald jamás ha sido igual a sí mismo: ha sido uno en la pantalla y otro en el papel, y ha cambiado de una revista a la otra, e incluso dentro de la misma revista, de una historieta a la otra; todo depende del dibujante, del cual jamás sabremos su nombre pese a que, debido a un engaño generalizado, casi todos creen que se llama Walt Disney; y, así, las señoras llorosas e ignorantes seguirán llevando por los siglos de los siglos a sus hijos a ver películas "de Walt Disney" sin razonar que el hombre está congelado y que mal puede dibujar en esas condiciones; de todos modos, no importa; el espectáculo debe continuar: ahora el pato Donald baila salsa, porque la salsa está de moda y si algo sabe el pobre hombre que suda dentro del pesado disfraz es que debe satisfacer a sus empleadores, y sus empleadores están convencidos de que la mejor manera de satisfacer al público es bailar salsa, y esa música llena el shopping y Mickey y Pluto menean las caderas y el empleado y la empleada parecen tristes por perder el último resto de dignidad, pero de todos modos se mueven al compás.