viernes, agosto 26, 2005

Toda adicción cubre un vacío

Dejé de fumar hace un año. A veces sueño. Estoy sentado a la mesa de un bar y me traen el diario, una taza de café, un plato con bizcochos y un paquete de cigarrillos que de inmediato tomo y abro. O subo por la escalera de mi antigua casa y llego al pasillo y descubro, sobre el suelo de baldosas decoradas y contra una de las paredes, una pequeña estantería pintada de blanco, desbordante de cajillas de cigarrillos abiertas o intactas; me siento feliz de tenerlas ahí. O camino por la ciudad y todo está gris y cerrado, en particular los comercios, y mi sensación es de sed y desesperación, como si avanzara por la arena del desierto.