sábado, julio 09, 2005

Interrupción

Estoy sentado a la mesa del living, encorvado sobre el cuaderno, garabateando rápidamente unas palabras con la lapicera negra. Oigo que se abre la puerta a mi izquierda y, enseguida, que entran los pasos de mi mujer. Me encorvo aún más sobre el cuaderno, para impedir que ella lea lo que estoy escribiendo; no es que no lo pueda leer, no hay nada secreto o censurable en lo que estoy escribiendo, pero no quiero que lo lea, no ahora. Necesito estar solo. Los pasos de mi mujer se pierden en dirección a la otra puerta, la que comunica con el dormitorio; aun así no estoy tranquilo. Ella no ha cerrado esa puerta y ahora puedo oír sus pasos a mis espaldas, deambulando por el dormitorio. Me pregunto cuándo terminará de deambular. Y, de pronto, noto que he dejado de escribir. Molesto, me levanto, giro, voy hasta la puerta que da al dormitorio y la cierro casi de un portazo. Mi mujer se queja; me pregunta qué me pasa. Suspiro, pues comprendo que ahora he complicado las cosas; ahora tendremos una discusión y yo perderé por completo el clima mental en el que estaba —en el que ya casi no estoy. Le contesto que me molestan sus pasos. Ella responde que no es posible caminar sin hacer algún ruido. Tiene razón, pienso; y tal vez yo soy demasiado quisquilloso, pienso después. Enseguida me digo que no debo dejarme llevar por esos pensamientos, pues así me arriesgo a sentirme culpable y cuando me siento culpable no sigo escribiendo. Debo luchar por regresar cuanto antes al cuaderno. Le pregunto a mi mujer si demorará mucho en el dormitorio. Me dice que no, que ya sale. Y yo sé que está todo perdido. Aunque se restablezcan la paz y el silencio absolutos en la casa, ya no soy el que era cuando estaba garabateando en la hoja del cuaderno.