martes, mayo 15, 2012

Delincuentes

Al atardecer, llega a través de las persianas cerradas de mi apartamento en un octavo piso el cántico -muy grato, sin duda- de "¡Asesinos, asesinos!" Me inquieta un poco y miro a través de una rendija; está oscureciendo y apenas alcanzo a ver; pero a la luz del más internamente iluminado de los edificios de la plaza -ese alto monumento vidriado, no sé si hermoso u horrible (podría ser ambas cosas), de la casa de gobierno- distingo a un grupo de personas -talvez doscientas o trescientas- que invaden la acera de la entrada y gran parte de la calle que circunvala la plaza. No es inhabitual escuchar gritos; ante la casa de cualquier gobierno han de oírse, en raciones casi diarias; pero es inhabitual que esos gritos acusen de "asesinos" a los integrantes del gobierno, de cualquier gobierno. "Algo gravísimo ha sucedido", pienso.
Imagino una revuelta, incitada por las fuerzas de la oposición.
De todos modos, suelo estar al tanto de las noticias y no conozco ningún asesinato cometido por algún miembro de este gobierno, salvo que los amables y plácidos manifestantes se estén refiriendo al pasado remoto de alguno de ellos; como se sabe, varios de ellos fueron, en su juventud, guerrilleros, y es fácil suponer que un guerrillero, alguna vez, habrá matado. Pero como estrategia política de la oposición parece poco inteligente, a esta altura, increpar por sus presuntos asesinatos a un gobierno que, a fin de cuentas, ganó cómodamente las elecciones nacionales, dos años atrás. Así que no lo entiendo, salvo que la oposición -de derecha, reaccionaria y más bien aristocrática- se haya vuelto finalmente loca. Es una posibilidad. A esta altura de mi vida creo cualquier cosa.
A la mañana siguiente, escuchando la radio, me entero: era una manifestación "contra la violencia", es decir, contra la violencia de los delincuentes -no de aquellos instalados en las oficinas gubernamentales sino de aquellos, por lo general pobres y muy odiados, que cometen obvios crímenes para elevar los niveles de audiencia de los canales de televisión. Esas casi anónimas estrellas del reality show informativo, especializado en propagar imágenes tomadas por las rústicas cámaras de seguridad de los comercios. Todo muy bonito, aunque al parecer hay detalles preocupantes -digo, en la manifestación. Como era de esperar, y a pesar del aire de "sociedad civil indignada", detrás -y delante- de la bellísima expresión libérrima y popular se encontraban, claro, los bellísimos sectores más autoritarios de la derecha.
Señor, señora: comprendo y comparto su preocupación. El delito debe combatirse con energía. No es aceptable que gentuza de mal vivir paute nuestra convivencia. Reclamemos nuestros derechos. Busquemos y exijamos soluciones. Pero, por favor, no seamos imbéciles y,  ya que estamos, apaguemos un poco el televisor. Hace demasiado ruido dentro de una casa, de cualquier casa.