lunes, octubre 24, 2011

El enigma de Keaton

Luego de mirar casi todas sus películas (y el "casi" es apenas porque no están todas en internet), admito que Buster Keaton es un genio. No solamente un genio cómico; también unos de los más grandes artistas del siglo pasado. Escritor, director, actor, acróbata, innovador, en fin... Miren sus películas -en particular "The General" y "Sherlock Jr."- y no se queden con mis afirmaciones.
Sin embargo, hay algo en sus creaciones que me inquieta. No me refiero a ese permanente desafío a las leyes físicas -es cierto que Keaton se jugaba la vida sin más en cada una de sus filmaciones- sino a cierta línea narrativa constante, aunque presentada como secundaria. El amor de su personaje por "cosas" -una vaca, un tren, lo que sea- en lugar de una mujer. Esto a veces aparece en conjunto con su amor por una mujer; yo diría casi en competencia. Es más notorio en "Go West", en la que el personaje ama a una vaca y, al fin, eso se confunde con una atracción -no del todo definida; quizás ni siquiera sea una atracción- por la hija del dueño del rancho. Uno diría que más bien prefiere a la vaca.
Durante "Sherlock Jr.", el ingenuo personaje -¿pero es ingenuo? ¿en qué sentido lo es? ¿quizás en un sentido que lo lleva a desconocer su propio deseo?- anda siempre con un librito llamado "Cómo ser un detective" -esta sería "la cosa amada" de esta película- intentando resolver el misterio de un robo que lo alejó de su amada -aquí sí tiene una mujer amada bien definida-; al fin, sin embargo, mientras mira una película desde su cabina de proyector de cine, sosteniendo las manos de su amada por fin convencida de su inocencia, copia lo que ve en la película romántica que se proyecta: tomar las manos, besarlas, mirar a los ojos, besar en los labios, etc. ; cuando todo parece felizmente resuelto, la película proyectada muestra a los enamorados unos años después, casados, en situación doméstica y poco romántica: ella cose, él carga varios niños sobre sus rodillas. La mirada de Keaton se vuelve perpleja y un poco aturdida: al parecer no era eso lo que esperaba. Como si no fuera conciente de que el desarrollo de una relación heterosexual puede lógicamente culminar en la procreación.
En otras -las más sencillas- no aparece nítidamente la "cosa" preferible a la mujer, pero hay siempre alguna clase de obstáculo: o una casa mal armada que convierte en un infierno la vida de unos recién casados, o un padre que combate con violencia todos los intentos de Keaton por acercarse a su hija, etc. No siempre termina solo; a veces la resolución es convencionalmente "feliz". Pero nunca se siente que Keaton esté enteramente feliz, aun quedándose con la chica.
En parte, es por el rechazo del director, escritor y actor hacia lo sentimental; contrariamente a Chaplin -y esto quizás lo hace superior al más popular Chaplin-, apuesta todo el tiempo a la comicidad, aunque sea una comicidad más enigmática que sencilla. Jamás se detiene en un momento de patetismo; el personaje debe seguir adelante, siempre, incluso desafiando a la lógica, con su "cara de palo". Ese es quizás uno de los aspectos más placenteros para el espectador. Pero, sin caer en un vulgar psicoanálisis aplicado, uno se pregunta cuánto placer -más allá del natural placer de la creación- había detrás de cada uno de esos gags memorables, casi imposibles, casi absurdos.