domingo, septiembre 11, 2011

Haití es aquí/Haití no es aquí

Si un soldado (uruguayo) viola los "derechos humanos" en Haití, todos (en Uruguay) piden su cabeza. En cambio si un soldado (uruguayo) violó los "derechos humanos" (de otros uruguayos) durante la dictadura, casi todos (en Uruguay) lo perdonan. El caso parece contradictorio pero tiene su lógica.

Los uruguayos odian, más que a cualquier otra cosa en el mundo, la idea de que los extranjeros (sobre todo del primer mundo, es decir “los blancos”, “los civilizados”) puedan llevarse una fea impresión sobre ellos (sobre todo respecto a que no sean suficientemente “civilizados”, es decir que sean “atrasados”, “primitivos”, “tercermundistas”, “no blancos” y, en esencia, “indígenas” –pues nada los vuelve más inseguros e inquietos que ser pensados con plumas y taparrabos; no en vano el primer presidente del Uruguay tuvo, entre sus tareas más urgentes, la de eliminar a la principal tribu nativa, los charrúas; y desde entonces se puede oír –aunque cada vez menos, bajo la influencia primermundista de lo políticamente correcto- la frase orgullosa de que “aquí no tenemos indios” –que quiere decir, completa: “¡no como en esos otros lugares inmundos de Latinoamérica!”). Esto también se aprecia en la preocupación permanente por el “qué dirán” los turistas: ¡No puede ser que tengamos vendedores ambulantes en nuestra principal avenida, los turistas van a pensar que esto es Bolivia! Hace años, el candidato presidencial de la extrema derecha protestó con energía porque cierta película uruguaya que circuló con bastante éxito por el mundo (¡ese mundo lleno de turistas potenciales!) acontecía en un hotel y en un balneario descuidados y en decadencia. ¡Oprobio para la Suiza de América!, etc.

Bien. Por eso es entendible, aunque horrendo, que los uruguayos se ofendan hasta pedir la pena de muerte con esos soldados que atacaron a la vista del mundo entero (¡es decir de las cadenas internacionales de noticias, es decir a los ojos del primer mundo!, ¡¡a los ojos de los turistas!!), al chico haitiano, y se ofusquen en cambio con los apenas locales (y por ende poco prestigiosos) reclamos de justicia de las víctimas de la dictadura, que a fin de cuentas tuvieron el destino (merecido, inevitable y oscuro) de un indígena local.

Se dice que el Uruguay es uno de los países más democráticos de América Latina, y en cierto modo, paradójicamente, lo es. Pero es que la democracia no garantiza nada, al nivel de la verdadera manera de sentir y de pensar de las personas. Se diría más: la democracia liberal permite y quizás fomenta que se pueda pensar sin cuestionamiento alguno cualquier incongruencia estúpida.