La barriga honda, donde cae la ceniza; la cola en punta, donde descansa el cigarrillo; y arriba, para que se comprenda, la cabeza. Todo verde casi negro. No es bonito, pero me acompaña ¿desde?
¿Niño? Compra de mis padres, para aquella casa donde, a falta de fumadores, sumaban ceniceros.
En la actualidad si no se fuma, ¡nada de ceniceros! Que las visitas fumen en el balcón, el fondo, la vereda, ¡no importa el clima!
A causa de mi hábito fumador o mi nostalgia, no me desprendo de mi lechuza. Me acompañará, si se puede, por el resto de mis días. Aunque no cumpla su función (el cigarrillo rueda en la cola demasiado plana y cae). Su auténtica virtud es el peso. Cae el cigarrillo; jamás la lechuza.
Sólida como una buena tradición.