domingo, julio 11, 2010

Borges final

El último libro de narrativa de Borges. Desde que quedó ciego, dictaba, y se nota. En algunos casos, fue para bien. El estilo es más hablado. Sin desmerecer nada de lo anterior (que está entre lo mejor que se haya escrito en castellano), el Borges necesariamente hablador también me interesa. Diría que, en lo personal, me interesa más, porque me asombra que el hombre, hablando, escribiera tan bien. Ciertamente haría sus pausas (así lo declaró en una entrevista). Sea como fuere, El informe de Brodie, El libro de arena y, en particular, La memoria de Shakespeare resultan a la vez más parcos y más humanos que, por decir algo (por decir todo), Ficciones. Insisto: Ficciones es quizás el mayor libro de relatos del siglo XX, pero me hago más amigo de los otros.



De todas maneras, La memoria de Shakespeare no es sólo la obra de un ciego sino la de un anciano. Se percibe un gran cansancio. Todo el tiempo la sensación es de desgaste y deja vu. Lo único realmente nuevo es ese desgano, ese aparente deseo de que el tiempo termine de una buena vez. No en vano, el primer texto narra el suicidio imaginario del autor. Y es creíble, tristemente creíble.