domingo, febrero 14, 2010

El verano de Don Marcos

Desplegaba su silla playera, la apoyaba sobre las baldosas y se sentaba frente el mar. El día pasaba sobre su cabeza sin pelo, sobre sus hombros con manchas y sobre su ombligo doblado. Los paseantes a sus espaldas iban creciendo. Cuando el alumbrado público revivía, despertaba su pensamiento. No le parecía bien ese jolgorio. De a poco estaba parado, levantaba y se llevaba la silla. La gente iba vestida, él rojo y casi desnudo.