Estamos
ante el tercer libro de Sonia Calcagno, y quizá cabe, para empezar a hablar de
él, compararlo con los dos anteriores. El primero, Por ella morir, ya distante en el tiempo, era una homogénea y
compacta colección de cuentos de estilo ceñido, donde casi todo se narraba
desde la acción, desde lo visual, y desde un solo punto de vista; la modalidad
más conversacional y de múltiples voces no se insinuaría hasta su segundo
libro, Hotel Paris, publicado tres
años atrás. Ahí, convivían aquel estilo originario con algo que comenzaba a revelarse
y a transformarse; algo que hace eclosión ahora, en este Conversaciones en Do Mundo.
Que
curiosamente, al igual que el primero, muestra una homogeneidad destacable:
impera un único estilo desde el primer al último relato (lo que no
caracterizaba al segundo, tan variado y al que ya podría considerarse como un
libro de transición). Es que el cambio se ha consolidado; ahora el mundo de
Sonia Calcagno se nos presenta así, como elaborado mediante un tono de
conversación sutil, casi sin relieve, casi liviana, por más que los temas sean
los de siempre y en absoluto resulten livianos. Resumámoslos: lo dificultoso,
lo engañoso o hasta lo imposible del vínculo (sobre todo del amoroso), la
fuerza ciega de la atracción y las sorpresas a veces ingratas que se esconden
detrás de esa ceguera. Hay aquí, por supuesto, como siempre las hubo, buenas
historias; ahora, sin embargo, toman formas menos nítidas y lineales y dependen
más, en parte, de las percepciones y expectativas de los personajes, tantas
veces de la voz que narra. O de las voces, porque el libro propone –no en pocas
ocasiones dentro de un mismo texto- una rica polifonía de puntos de vista, que
complejiza el entramado narrativo y hasta el argumental.
Todo
ocurre en los ambientes característicos de la autora: rincones generalmente
urbanos del interior del país, en un clima de clase media, calmo, cómodo,
sin aparentes problemas graves. Tarde o
temprano, y los vamos sintiendo a medida que leemos, esa tranquilidad más bien
superficial se verá rota. Sea por la irrupción del pasado –o de una nueva
significación del pasado-, sea por la pasión o por el amor, sea por el descubrimiento de un secreto, sea
por un suave, pero determinante, cambio en el rumbo de las cosas.
Sonia
Calcagno ha abandonado, se podría decir, cierta tendencia hacia lo fantástico.
A cambio, se ha volcado hacia un realismo que, si bien no semeja apartarse de
los parámetros visibles de la vida cotidiana, contiene en sí un nebuloso
sustrato onírico. No se trata exactamente de sueños, sino de eso que se nos
escapa en la vida, eso que no controlamos ni sabemos del todo, pero que
intuimos y en estos relatos se plasma como un fondo más bien inasible que
subyace a los acontecimientos. No sé decirlo mejor, pero creo que ahí reside el
valor último de estos textos: en esa verdad oculta, casi indecible, pero de
algún modo presente.
Porque
hay una trampa; por detrás de su aparente llaneza, por detrás de lo que parecen
ser los cuentos de alguien que ha vivido y sabe de qué habla, por detrás de las
anécdotas con las que cualquiera quizá podría, hasta cierto punto,
identificarse, late un caos invisible pero del que tomamos algún conocimiento a
través de sus consecuencias; a través de las modificaciones de los destinos de
los personajes. Modificaciones que en varios casos adquieren un matiz trágico,
porque en estos relatos “de todos los días” podemos percibir, al fin, lo que la
vida, en su trajín imparable, en su vorágine diaria, en su incandescencia,
suele esconder a nuestra vista. Cabe decir, entonces, que Sonia Calcagno nos
engaña, de algún modo, con su tono llano de quien cuenta una historia sin más.
Lo hace apenas para enredarnos y golpearnos, tarde o temprano.
Cabe
decir también, sin embargo, que este libro, en comparación con los anteriores,
resulta ligeramente más esperanzado; no en cada momento, pero sí en alguno. Se
entrevé, en más de un texto, la posibilidad de eso tan esquivo: cierta
felicidad, o satisfacción. Es una nueva trampa que Sonia nos ha tendido y que
nos toma tan por sorpresa como las otras.