martes, junio 16, 2009

Avistamiento de escritores

H. se había sentado en uno de los bancos metálicos que la intendencia colocó en estas cuadras. En el que queda justo frente a la puerta de mi edificio. Yo manejaba la llave para salir cuando lo descubrí. Dijo mi nombre y se levantó; dio unos pasos hacia mí, yo unos hacia él. Quedamos en mitad de la vereda, dándonos la mano.
Es curioso: a menudo me encuentro con grandes escritores sentados en esos bancos. A favor de H. debo decir que se levantó. Otros en cambio se quedan sentados como si el peso de su grandeza les impidiera ponerse de pie; yo tengo que dar todos los pasos. Pero H., entre los escritores que conozco en persona, es uno de los pocos que parece un ser humano. El otro es F., que suele ir de la mano de su esposa hacia la rambla, los domingos de sol.
Sobre E. tengo mis dudas porque se pavonea mucho, pero es cierto que toma su cortado en bares lúgubres y recibe a la gente con una sonrisa que se le escapa de la piel.
Yo, por mi parte, no soy un gran escritor. Así que no importa qué hago cuando me ven por ahí.