jueves, marzo 22, 2007

Cabrera

Soñe con Esteban Cabrera, aquel socio de mi padre a quien hace por los menos ocho años que no veo. Siempre lo asocié, en algún rincón de mi mente, con Fernando Cabrera. Esto es, desde que me enteré de la existencia del músico.
A Don Esteban lo vi por última vez en el velatorio de mi padre. Recuerdo su frase: "¡Un muchacho tan capaz!". Porque mi padre empezó a trabajar con él a los quince años -cuando su propio padre, primer socio de Don Esteban, murió de cáncer.
Durante mi infancia, Don Esteban y su familia eran, además, vecinos nuestros. Compartíamos el mismo terreno y la misma edificación, si bien las casas eran independientes. Yo veía entrar y salir del garage a su Volkswagen blanco. También a su hijo, delgadísimo, altísimo, dientudísimo, tan parecido al padre y a la madre.
Siempre asocié esos dientes de la familia a los de Fernando Cabrera, aunque debo decir que los del músico son mucho menos notorios. Aunque cuando canta, se le notan bastante. Además es flaco.
Y no asocio únicamente al músico con aquella familia; ha quedado en mi mente una especie de prototipo de persona flaca, alta y de dientes salidos hacia fuera. Cuando veo a alguien así -por ejemplo al encargado de la biblioteca de la Asociación de Psicoterapia- pienso, o mejor dicho siento: "Cabrera".
Es algo más y algo menos que un recuerdo.