jueves, marzo 09, 2006

En un momento inesperado de la noche la mujer dormida a mi lado susurra unas palabras urgentes que no entiendo, unas palabras que me inquietan en la oscuridad y el silencio de la habitación. Segundos después gime con algo demasiado parecido al terror. Apreto uno de sus hombros, con suavidad para no alarmarla más y con firmeza para que salga del pozo. Ella regresa a este lugar donde yo también vivo. Musita algo sobre monstruos perseguidores y asesinos, gira sobre el costado y me da la espalda. No tarda en internarse nuevamente en ese solitario y agitado mundo, ahora, al parecer, vuelto llevadero. Mi presencia la tranquilizó y duerme durante el resto de la noche.
Yo, en cambio, quedo inquieto y estudio durante horas el techo.